Hay ojos que esconden una mente perturbada tras ellos. Hay miradas que reflejan la pureza del alma.
Todo es hermoso, a su propio modo: las tristes bellezas, las bellezas llenas de felicidad, y las trágicas.
Como siempre, ella despierta en el día que se debería llamar «mañana», sin embargo, el tiempo parece paralizarse a su alrededor. Sus problemas no se van, corren en círculos.
Aquellos horribles pensamientos, capaces de cocinar lágrimas con sabor a sentimientos, se han extinguido. O al menos eso piensa; las brasas pueden volver a provocar un incendio, pero por ahora el viento ha cesado, todo está calmado; tiene que estarlo, tiene que parar, al menos por un momento.
En medio de esa tranquilidad la rutina se hace cargo de su vida. Ha dejado atrás aquella almohada impregnada del olor de llantos desvanecidos entre pensamientos. Ahora, el espejo frente a ella, como un disparo a la columna, la paraliza. Su cara está reflejada en él; la evidencia de la catástrofe, pues, aunque las lágrimas se han hecho cargo de limpiar su interior, han dejado algo de desorden en sus ojos. Ésto no será fácil.
Las inseguridades son monstruos. Y si aún no lo compruebas, pregúntale a ella. Te visitan cuando menos lo esperas, o peor, cuando menos lo necesitas. Parecen tener el poder irrevocable de hacerte creer que la belleza no reside en tu ser; ni una pizca de ello, incluso cuando tu alma, tu rostro, y tu personalidad son una obra de arte viviente.
Tienen malas intenciones, así que no les creas.
Pero ella es fuerte. Siempre lo ha sido. Una bella persona no puede andar por la vida, rodeada como está de tan horribles seres, sin recibir algunos golpes. Ella ha recibido todos y cada uno de ellos, y aquí está, parada, mirando sus propios ojos, admirando la pureza que, por ahora, parece estar escondida, o a flor de piel. Todo depende.
¿Acaso son puras las almas que están llenas de pasiones revueltas?
Creo que la pureza es eso mismo.
La parte más hermosa de todas, de cada pieza de ese rompecabezas enigmático que es ella, es la capacidad de sonreír incluso cuando su cuerpo se estremece por los sentimientos y su fuego interior se atenúa. Es la capacidad de hacer fluir algún combustible por todo su cuerpo y avivarlo de un momento a otro. Aquellos remanentes de felicidad relucen, a la vista de los demás y sin ningún tipo de penas. De la inexistencia nace una luz tan hermosa como pura es el alma de un niño, e ilumina la supuesta oscuridad de quienes viven al lado de un gran reflector.
Qué ironía.
Quienes más sufren por dentro, más brillan por fuera.
Y apreciar la felicidad es la mejor capacidad del ser humano.
Qué hermosa es ella, incluso sin que se dé cuenta.
Incluso cuando el dolor invade su cuerpo.
Incluso con las lágrimas recorriendo su cara.
Porque un abrazo puede detener el tiempo, y hacerla feliz.
Porque no se necesitan cosas elegantes para hacerla vivir.
Porque quien sepa entrar a su mundo, lo tiene ganado.
Quien gane su mundo, puede repararlo.
Y lo simple, es lo más hermoso.
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