sábado, 31 de mayo de 2014

El abrazo (Instrucciones)

Convierte tus dolores en voluntad, tus tristezas en alas y tus rabias en fuerzas para correr.

Corre hacia ella.

Mira esos dos pequeños planetas verdes que parecen un portal hacia otro mundo; uno maravilloso y diferente, lleno de hermosos misterios. Obsérvala, y deslízate en su alma, descubre poco a poco sus sentimientos, junto a los tuyos. Que se miren cara a cara, inexpresivos, pero admirándose el uno al otro.

Sé que sientes dolor; ya no tienes que hacerlo.

Rodéala con los mismos brazos que una vez fueron el curso de un río de lágrimas, con tus ojos y tu rostro escondiéndose detrás. Apoya tu frente sobre sus hombros. Siente su olor y como recorre cada fibra de tu ser, como se combina con tu sangre y en ese momento se vuelven uno sólo. Déjate ir, por un momento. Déjate caer, que ella te sostendrá. Tenlo por seguro.

Y si te alejas de sus hombros, que sea para pasar a su cara. Dirige aquella mirada que sólo puede salir del único rincón iluminado de tu alma hacia sus ojos, deja que salga. Besa su mejilla, y tatúa una obra de arte en su rostro, como si tus labios ahora poseyeran todo tu ser y todos tus sentimientos y los convirtieran en tinta. Acaríciale el cabello, que tu mano se deslice entre los finos mechones, cayendo hacia la infinidad. Hazle el amor de la manera más pura. No desnudes tu cuerpo, sino tu espíritu. 

Ahora aléjate. O al menos tu cuerpo eso hará, porque el verdadero tú, ahora le pertenece.
Y está en buenas manos.

viernes, 30 de mayo de 2014

El depósito de sonrisas.

Hoy entrarás al depósito de sonrisas. Abrígate, pues hace frío.
Éste es nuestro humilde lugar de trabajo, donde el lema de todos nosotros es: «no sé cómo, pero lo hago»; y lo hacemos. No miento. 

Las sonrisas falsas, las sonrisas de tristeza, las sonrisas sin decoraciones, las sonrisas que destruyen a quien las proyecta, y también las que en algo le ayudan. Son todas de segunda mano, no te emociones; se usan sin realmente poseer un sólo sentimiento que lo evoque, o al menos uno verdadero. Están aquí guardadas para cuando se necesiten, se despachan al destinatario, sin más.

Creo que ni ellas mismas saben lo que hacen. 


Mi jefe, en sus momentos de mejor humor, me ha contado el lugar oscuro a donde se dirigen aquellas sonrisas. Van a un matadero, me ha contado; simplemente se usan como relleno de una galleta sin sabor. Aunque un destino más noble también existe; han servido como máscaras y escudos. Han protegido niños con las piernas temblorosas y detenido a adultos sin una pizca de buena voluntad, como una celda de hierro y concreto. 

Toda cosa parece tener cierto honor en su interior, aunque sólo sea eso: una cosa. A esas sonrisas, cuyo propósito ya se ha desvanecido en el bosque del pasado, creo que les alegraría que yo esté diciendo estas cosas.

Han ayudado a su dueño, como si él les debiera algo. Han sido el clavo que hacía falta para que la estructura no cediera e hiciera un gran desorden. Han mantenido una gran edificación en pie unos vitales minutos. Han sido útiles.

Aquellas cosas de segunda mano también tienen un valor, a veces más que una nueva y reluciente.

Sin embargo, su lecho de muerte será siempre el mismo; están destinadas a un fin último junto a las malas caras, emociones sombrías y sufrimientos que forman un vertedero oscuro rodeado de tinieblas. Terminará mezclada con todos ellos y apagándose al igual que los demás, pero quienes las fabrican seguramente han hecho un buen trabajo, eso es innegable.

Se han apagado, han quedado recluidas sin vida, muertas; pero nunca pierden su forma, pues ahí siguen, animando lo que iluminan, incluso estando apagadas. Siendo lo que mejor son:

Sonrisas.

Un alma revuelta, una suave escultura.

Hay ojos que esconden una mente perturbada tras ellos. Hay miradas que reflejan la pureza del alma.
Todo es hermoso, a su propio modo: las tristes bellezas, las bellezas llenas de felicidad, y las trágicas.

Como siempre, ella despierta en el día que se debería llamar «mañana», sin embargo, el tiempo parece paralizarse a su alrededor. Sus problemas no se van, corren en círculos.

Aquellos horribles pensamientos, capaces de cocinar lágrimas con sabor a sentimientos, se han extinguido. O al menos eso piensa; las brasas pueden volver a provocar un incendio, pero por ahora el viento ha cesado, todo está calmado; tiene que estarlo, tiene que parar, al menos por un momento.

En medio de esa tranquilidad la rutina se hace cargo de su vida. Ha dejado atrás aquella almohada impregnada del olor de llantos desvanecidos entre pensamientos. Ahora, el espejo frente a ella, como un disparo a la columna, la paraliza. Su cara está reflejada en él; la evidencia de la catástrofe, pues, aunque las lágrimas se han hecho cargo de limpiar su interior, han dejado algo de desorden en sus ojos. Ésto no será fácil. 

Las inseguridades son monstruos. Y si aún no lo compruebas, pregúntale a ella. Te visitan cuando menos lo esperas, o peor, cuando menos lo necesitas. Parecen tener el poder irrevocable de hacerte creer que la belleza no reside en tu ser; ni una pizca de ello, incluso cuando tu alma, tu rostro, y tu personalidad son una obra de arte viviente.

Tienen malas intenciones, así que no les creas.

Pero ella es fuerte. Siempre lo ha sido. Una bella persona no puede andar por la vida, rodeada como está de tan horribles seres, sin recibir algunos golpes. Ella ha recibido todos y cada uno de ellos, y aquí está, parada, mirando sus propios ojos, admirando la pureza que, por ahora, parece estar escondida, o a flor de piel. Todo depende.

¿Acaso son puras las almas que están llenas de pasiones revueltas?
Creo que la pureza es eso mismo.

La parte más hermosa de todas, de cada pieza de ese rompecabezas enigmático que es ella, es la capacidad de sonreír incluso cuando su cuerpo se estremece por los sentimientos y su fuego interior se atenúa. Es la capacidad de hacer fluir algún combustible por todo su cuerpo y avivarlo de un momento a otro. Aquellos remanentes de felicidad relucen, a la vista de los demás y sin ningún tipo de penas. De la inexistencia nace una luz tan hermosa como pura es el alma de un niño, e ilumina la supuesta oscuridad de quienes viven al lado de un gran reflector.


Qué ironía.
Quienes más sufren por dentro, más brillan por fuera.

Y apreciar la felicidad es la mejor capacidad del ser humano.


Qué hermosa es ella, incluso sin que se dé cuenta.
Incluso cuando el dolor invade su cuerpo.
Incluso con las lágrimas recorriendo su cara.

Porque un abrazo puede detener el tiempo, y hacerla feliz. 
Porque no se necesitan cosas elegantes para hacerla vivir.
Porque quien sepa entrar a su mundo, lo tiene ganado. 
Quien gane su mundo, puede repararlo.

Y lo simple, es lo más hermoso.